Quiero compartir contigo unas líneas que me rondan la cabeza cada 2 de abril, «Día Internacional del Libro Infantil» pero que muchas veces veo unido a «y Juvenil». En realidad, su denominación es: «International Children’s Book Day», aún así cada año, metemos en una misma cápsula cerrada todos esos términos: pequeños, peques, infantil, adolescentes, jóvenes, etc. Cada año, mezclamos lo infantil con lo juvenil y cada año tengo el mismo pensamiento… ¡pero si no son lo mismo!
Desde luego que podrían parecer conceptos semejantes, es lógico que se lleguen a juntar tanto que acaben siempre juntos, no obstante siempre decimos «LIJ» para referirnos a la Literatura Infantil y Juvenil, como si fuera un ente indivisible. Es razonable pensar que hablamos de literatura que está escrita, pensada, dirigida para un público lector muy acotado: personas desde los poquitos meses de vida hasta… ¿hasta cuándo? ¿Mayoría de edad o antes? Es más, esa cota ¿la marca la edad u otros criterios?
Igual no es tanto un problema de edad del lector, que podría tener la que sea, como de las personas que crean dicha literatura. Yo no soy la misma niña que leía los cuentos de Simón, y esa niña no era la misma que leyó por primera vez sin embargo leo muchísima LIJ. Entonces, ¿qué es Literatura Infantil? ¿Qué es Literatura Juvenil?
La realidad es que son mundos distintos que merecen ser comprendidos y apreciados en su singularidad. La literatura infantil abarca un amplísimo espectro de lecturas ligadas, en principio, a las primeras etapas de desarrollo de una persona.
La literatura infantil es un reflejo de la esencia misma de la infancia: un período de descubrimiento, imaginación y formación. En su esencia más pura, la literatura infantil trasciende las páginas de un libro para convertirse en un vehículo a través del cual los niños exploran el mundo que les rodea y reflexionan sobre su lugar en él. Desde los primeros cuentos y poemas transmitidos oralmente hasta las complejas obras contemporáneas, la literatura infantil ha evolucionado como un medio para capturar la magia y la “inocencia” de la infancia, así como para abordar cuestiones universales.
Una de las esplenditudes (si dicha palabra existiera) de la literatura infantil reside en su capacidad para cubrir de realidad y lo imaginario, lo familiar y lo desconocido. A través de la narración, sea cual sea la técnica usada por su autor, se invita tomar un actitud personal y libre frente dicha narración. Desde la reflexión hasta la diversión pura, desde cuestionar el mundo o descubrir la belleza hasta bucear en el enredo del absurdo, desde comprender la complejidad de la experiencia humana hasta la incomprensión de palabras inventadas.
Sin querer moralizar, la literatura infantil juega un papel importante en la formación del carácter y los valores de cualquier persona, el mero acto de leer es ya un acto de empatía, de valentía, de creatividad. Al leer, un niño o niña está dejando que su mente se llene de aquello que pueda ofrecerle la obra, por pequeña que esta sea. Leer es un acto de generosidad, el lector pone mucho de su parte como también lo ha puesto previamente su autor al escribirlo.
La literatura infantil lo es todo, de verdad que no es postureo, lo es todo. Solo tienes que pararte a mirar el entusiasmo de cualquier niña o niño que aprende a leer. Se puede leer para to-do: no hay reglas ni límites. Es un recordatorio de la capacidad innata de cualquier niña o niño: pensar y ser consciente de ello.
Por otro lado, la literatura juvenil emerge ya desde la complejidad y la intensidad de la adolescencia: es un período de transición marcado (intensamente pero no siempre con entusiasmo) por la búsqueda de la identidad, la exploración de límites y la confrontación ineludible con el mundo adulto. Si la literatura infantil era la esencia de la infancia, la literatura juvenil trasciende a las páginas del libro, la lectura se convierte en un espacio íntimo, donde no cabe nadie más y tiene tantas aristas que no siempre es bien recibida. Hay parte de sus aspiraciones, sus miedos, su realidad y sus deseos en juego.
El adolescente está en plena transformación, en medio del “hoy sí, mañana no”, “quiero pero no quiero” y por eso su lectura es tan cambiante, tan personal. Un libro juvenil gusta si identifica, si empodera, si previamente está en su cabeza o en sus deseos y da igual.
¡Es una diferencia mínima pero crucial! La distinción entre estas 3 letras mayúsculas LIJ, Literatura Infantil y Juvenil, radica en el público al que se dirige pero sobre todo en el caleidoscopio de formas, temas y lenguajes que se usen. Mientras que los libros infantiles vienen con efecto esponja, los libros juveniles vienen con efecto letargo: darán alas igualmente, pero necesitan su tiempo.
Para las familias, escuelas, bibliotecas, librerías y demás entidades interesadas en la fantástica LIJ es importante reconocer esta diferencia para que libro encuentre lector y lector encuentre libro. Y cuando podamos reconocer esta diferencia nos daremos cuenta de que ningún libro es definitivo, que leer no es un verbo que siempre suponga lo mismo, así que los libros tampoco.
«Surca los mares con las alas de tu imaginación» es el lema de este año para el Día Internacional del Libro Infantil. Da igual niñez, adolescencia, juventud, madurez o sabiduría… lee LIJ siempre.
Nos vemos en la página siguiente.
Comment (1)
Caracol – YoCuento
septiembre 13, 2024 at 8:10 pm[…] Caracol está dirigido a niños a partir de 5 años, por aquí no estamos muy de acuerdo con las etiquetas de la edad; este cómic sin palabras es una lectura que disfrutará tanto el lector adulto como los […]