Reseña: Lunámbula

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[vc_row][vc_column width=»2/3″][dt-quote text=»La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original.» author=»Albert Einstein»][vc_separator color=»custom» border_width=»2″ accent_color=»#263747″][vc_column_text]

Creemos que por la noche todos duermen, pero eso sólo le pasa a la mayoría. Hay vidas que, como la tuya, despiertan cuando la oscuridad vence y se hace el silencio. Piensa en cuántas veces no pudiste conciliar el sueño y a cambio la mente te regaló las mejores ideas para el día siguiente, o incluso para el resto de tus días. En ocasiones, sólo una noche puede cambiarte la vida.

Sostengo el cuento Lunámbula entre las manos, lo admiro en cada detalle porque es de esas encuadernaciones que te permiten soñar un poquito con la historia antes de abrir la primera página. Claro, ya sólo el título me sugiere una mujer que camina por la noche, sólo alumbrada por la Luna. Espero que esas escapadas nocturnas sean un viaje a través de los sueños que realizamos despiertos.

Y comienza la historia. Una enigmática vecina llega a Elmstreet y llama la atención de dos jovencitos que deciden seguirla para ver qué hace la solitaria mujer cuando sale por las noches. La siguen de cerca aunque a veces pierden su rastro, lo que siempre ocurre es que encuentran cosas extraordinarias a su paso.

Todas las noches los niños se preparan para la excursión, se intuye no sólo curiosidad en ellos, también una fascinación callada ante los parajes a los que les va llevando. Gracias a Madame Merlot, aunque los niños la llaman lunámbula, los chicos descubren el puerto con las luces que sólo los marineros ven, la calma de las olas en horas a las que nadie las visita, los muros que podemos saltar sin miedo a que piensen que estamos locos, los duendes que sólo existen en la fantasía y los acontecimientos inexplicables.

Las noches de verano se suceden hasta que la mujer y todo su mundo nocturno desaparecen.

Y ya.

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Siempre tengo reparos a la hora de contar todos los detalles de un cuento; odio contar finales pero es que, en este caso, no lo hay. Aparentemente todo lo que ocurre en este cuento no lleva a ninguna parte: ni acabamos sabiendo más de la mujer, ni descubrimos un plan extraordinario (de estos que salvan a la humanidad durante el día), ni se nos cuenta si los niños siguieron con sus salidas nocturnas.

Sólo sabemos que fue “un verano extraordinario”. Y cuando eres pequeño, ¿qué más necesitas?

Al comienzo de esta crónica lectora te decía que en sólo una noche te puede cambiar la vida. Y como creo en eso firmemente, he osado imaginar que esta historia la escribe uno de esos dos niños cuando ya es muy mayor. Recuerda las noches de aquel verano que le cambiaron la vida, ¿por qué no?

Madame Merlot se llevó consigo todas las cosas mágicas que puso en el camino para los niños, pero todo lo que se va, en realidad se guarda en la memoria. Da igual el tiempo que pase, en algún momento esa memoria nos devuelve la experiencia vivida.

Y sonreímos.

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En un único tono de azul sobre el papel casi blanco, así se narra esta historia. Su autor, Einar Tukowski nos regala ilustraciones con ese azul marino… oscuro, muy oscuro, que no todas las noches podemos ver. Esta lectura monocromática hace que el lector sea parte de los paseos nocturnos, como si suya fuera también la misión de seguir de cerca a la mujer. También nos regala una atmósfera en calma, donde todo puede ser una señal, donde todo es susceptible de ser extraordinario, donde cualquier disposición arquitectónica (ya sea natural o material) es sospechosa de tener una finalidad muy concreta.

Mi lectura cambió por completo cuando, la segunda vez que volví a abrir el cuento, me di cuenta de que había una palabra más idónea a la cual podía hacer referencia el título.

Esta vez me dispuse a leer y pensé: Funámbula. Y a partir de aquí todo cambió de forma, las ilustraciones se correspondían mejor con lo que yo tenía en la cabeza y las máquinas en miniatura clavadas en la playa cobraron un sentido especial.

Entonces aparecieron los números, reparé en ellos y fui contándolos, los que había escritos, los objetos que aparecían repetidos. Todo dispuesto en una hilera para cruzarlo en equilibrio. Doce pasos (capítulos) para cruzar la cuerda invisible que separa lo ignorado de lo conocido, el verano del invierno, la niñez de la madurez como si fuéramos funambulistas a sueldo en cualquier circo. Esa cuerda delgada e invisible cuerda se llama aprendizaje, y Madame Merlot nos ha dado la motivación necesaria para cruzarla.

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Si vas a leer esta historia con tus hijos o con tus alumnos (me da igual la edad que tengan) ten en cuenta que la trama es muy poética, no hay colores que les vayan a llamar la atención ni saltos de trepidante aventura en la narración. Lo principal aquí es la invitación al aprendizaje, disfrutar del camino, imaginar que perseguimos misterios ocultos cuando son ellos los que nos están esperando a propósito, el camino de la motivación, que toda finalidad sea el asombro.

Esta es mi lectura, aunque es muy probable que no sea la tuya porque no hay dos lecturas iguales, como no hay dos lectores iguales.

Te propongo crear una atmósfera relajada pero con algún elemento que después de la lectura pueda llamar su atención, algo sobre lo que quieras hablar, colócalo en su habitación o en el aula de forma que aparezca «mágicamente». En la cuenta de Instagram, @chicabombin te contaré alguna idea para leer este Lunámbula, de Libros del Zorro Rojo. Además, haré algún repasito sobre las novedades que trae su catálogo… ¿que por qué? ¿No te huele ya a Navidad? ¿Es que no piensas pasarla leyendo?

Nos vemos en la página siguiente.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][dt-section-title title=»Otras lecturas»][dt-list]

  • [1] FAN, TERRY / FAN, ERIC (2016): El jardinero nocturno, Timun Mas Infantil, 48p.
  • [2] NIÑO CACTUS / DEGLIUOMINI, CLAU (2014): El secreto de Sofía, La Guarida Ediciones, 48p.
  • [3] VILLIOT, BERNARD (2016): El soplador de sueños, Bruño, 40p.
  • [4] ARISPE, NICOLÁS (2012): El camino más largo, Fondo de Cultura Económica, 22p.
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Comments (4)

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