La juguetería errante

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Lo confieso, el título me llevaba a un mundo mucho más añejo y sosegado del que finalmente acabé leyendo en la novela de Edmund Crispin, La juguetería errante

Me imaginé una juguetería antigua, donde nada llevaba pilas, donde la madera y el metal crecían en forma de coches, puzzles y cajas de música. Ahí, en esa juguetería… la de mi imaginación… se presentaba alguna leyenda en torno al tendero, un misterio sin resolver que venía del viejo almacén. Esa juguetería (repito: la de mi imaginación) no podía estar más lejos de la juguetería de Edmund Crispin, no por ser nueva ni vieja, sino porque era complemente opuesta a la mía.  

En la juguetería hay poco de juegos infantiles, hay un par de tenderos y los que hay son tan normales como pueda serlo cualquiera, hay ritmo, presteza, y desde luego que hay acción. Ni rastro del sosiego que imaginaba, pero a cambio tuve un regalo maravilloso: poesía.  

Si no sabes de qué va La juguetería errante, échale un vistazo a la sinopsis editorial:

«Hilarante… Estamos ante una de las novelas más entretenidas jamás escritas.»

Cuando el poeta Richard Cadogan decide pasar unos días de vacaciones en Oxford tras una discusión con el avaro de su editor, poco puede imaginar que lo primero que encontrará al llegar a la ciudad, en plena noche, será el cadáver de una mujer tendido en el suelo de una juguetería. Y menos aún que, cuando consigue regresar al lugar de los hechos con la policía, la juguetería habrá desaparecido y, en su lugar, lo que encontrarán será una tienda de ultramarinos en la que, naturalmente, tampoco hay cadáver. Cadogan decide entonces unir fuerzas con Gervase Fen, profesor de literatura inglesa y detective aficionado, el personaje más excéntrico de la ciudad, para resolver un misterio cuyas respuestas se les escapan. Así, el dúo libresco tendrá que enfrentarse a un testamento de lo más inusual, un asesinato imposible, pistas en forma de absurdo poema, y persecuciones alocadas por la ciudad a bordo del automóvil de Fen, Lily Christine III.

No tengo intención de contarte mucho del argumento porque las sorpresas están para ser recibidas y, en cuestión de libros, es un derecho de todo lector. Pero voy a compartir contigo una muestra de los mundos a los que me ha hecho viajar esta novela.

Los dos personajes principales de esta crónica, amigos de la universidad de Oxford, son tipos singulares justo en esa edad en la que (claramente) ya no eres joven pero tampoco sientes el peso de todo el tiempo vivido. Uno de ellos, Richard Cadogan, es un reconocido poeta en busca de vacaciones, de tiempo que le haga vivir algo ajeno a la rutina en Londres. Sobre todo huye buscando de librarse de uas conferencias en Latinoamérica a las que su peculiar editor le insta a asistir. El segundo, Gervase Fen, es profesor de Literatura Inglesa en Oxford (alma de la novela) poco convencional, de esos que llaman la atención más de lo debido entre el claustro de profesores. Un detective apasionado a bordo de su automóvil, Lily Christine III (supongo que referencia una bailarina pin up estadounidense, nacida en los años ’20). Gervase Fen es un rebelde con el arma de la palabra.

A lo largo de toda la novela hay continuas referencias a poemas y autores (generalmente ingleses), se usan expresiones sacadas de textos clásicos, muchos de ellos sobre mitología, y si no te interesan mucho estos temas la lectura puede resultarte pedante y confusa. Ahora bien, te aconsejo que sigas las pistas del autor y de las notas al pie porque entonces no sólo vas a leer un libro sino varios a la vez. Ha sido un auténtico gustazo. 

Esta previsión nos hace a todos cobardes, …las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos.

Hamlet, W. Shakspeare

En cada capítulo se van desgranando los acontecimientos con un ritmo perfecto, ágil, sin aburrir pero dando espacio a los interesantes diálogos. Los protagonistas de la novela se ven envueltos, ya sea por entrometidos o por azar, en la escena de un crimen aparentemente sin resolución. Como en toda buena novela de detectives, también aquí la policía sobra y su trabajo se reduce más bien a persecuciones erróneas y sin éxito. La clarividencia investigadora y poética casi siempre viene de Gervase Fen, personaje central sobre el que todos giran, inclusive el lector.

Conforme te adentras en la trama es todo tan absurdo como el humor inglés y tan serio como un monólogo del Hamlet de Shakespeare

Para releer mil veces es la conversación de Cadogan con Sally, capítulo 12, en la que charlan sobre poesía. Con un par de páginas, Edmund Crispin esboza lo mejor y lo peor de la poesía universal, con una facilidad pasmosa se explican fundamentos básicos del arte de la escritura y la naturaleza de la poesía misma.

Resumiendo

El resultado de La juguetería errante son muchas lecturas en una, nada de tranquilidad, aquí se ha venido a leer y a sacar nuestra avidez de intriga. Me alegra haberla leído tiempo después de comprada, suficiente como para no defraudarme ante mis expectativas, me alegra haberla leído justo ahora que la poesía es una necesidad. Me alegra que este libro me haya encontrado a mí  mucho más que yo a él.

Una buena novela al estilo británico que, como toda buena novela, te abre las puertas de otras.

¡Nos vemos en la siguiente lectura!

¿Quieres más lecturas?

Los libros o artículos que propongo a continuación no tienen por qué estar relacionados directamente con el libro propuesto en la reseña. Se trata de otros caminos que yo misma he seguido durante la lectura de La juguetería errante, por si te resultan de interés:

  • SHAKESPEARE, WILLIAM (2015): Hamlet. Madrid, editorial Cátedra. 680 p.
  • HARDY, THOMAS (2012): Los habitantes del bosque. Madrid, editorial Impedimenta. 452 p.
  • CARROLL, LEWIS (2016): Alicia en el País de las Maravillas. Barcelona, editorial Austral. 208 p.
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