¿No te da la impresión de que los libros infantiles tienen que usar siempre palabras fáciles?, Como si leer fuese solo repetir lo que ya sabemos. Sin embargo, un buen cuento, un poema o un álbum ilustrado no está para simplificar, sino para tender un puente. Un puente que te lleva desde lo conocido hasta lo nuevo, desde lo que comprendes sin esfuerzo hasta lo que te reta a descubrir.
Precisamente ahí está la magia: en que cada historia pueda ser clara y cercana, pero también contar con un toque desafiante. Hay que jugar más con la palabra, probarlas, pronunciarlas, en la mente o en voz alta, soltarlas en cualquier conversación y ver qué pasa. ¿Por qué tenemos tanto miedo a saber palabras nuevas y usarlas? ¿Miedo a que piensen que somos algo pedantes? ¿Por qué usar bien el lenguaje es considerado algo negativo?
Me niego. Por eso quiero compartir esta reflexión contigo, porque es importante rodearnos de ideas nuevas, de conceptos diversos desde pequeños. No se trata de acumular palabras como si fueran cromos, sino de usarlas como llaves para abrir puertas que aún no sabemos adónde nos llevarán.
¿Por qué es importante ampliar vocabulario desde la infancia?
Para mí, cada palabra nueva es una celebración interior. Cuando la aprendes, de pronto se abre una puerta que antes estaba cerrada. A veces es una puerta pequeña, que da a un detalle curioso; otras veces es una gran puerta, que te lleva a un mundo entero que no sabías que existía.
Por eso insisto tanto en que desde la infancia nos rodeemos de palabras distintas, raras, divertidas, técnicas, precisas… Cuantas más palabras atesoras, más fuerte se hace tu pensamiento y más matices encuentras en lo que vives. El pensamiento se vuelve flexible pero firme.
Cuando dices “estoy triste”, lo entiendes. Pero si un día descubres que existe “melancólico”, “nostálgico” o “decepcionado”, de repente tu tristeza se vuelve más clara, más exacta. Ya no es un bloque inmenso de granito: puede tener forma, color, diferentes texturas e incluso puede tener nombre propio.
Si aprendes “metamorfosis”, no solo memorizas una palabra difícil. Lo que realmente descubres es un proceso asombroso de la naturaleza: la oruga que se convierte en mariposa. ¿Ves? La palabra era la llave, abre espacios en tu mente.
Esta es la razón por la que me gusta pensar en el vocabulario como ese cajón, esa caja que vas llenando poco a poco. Al principio no pesa y parece que no cabe gran cosa pero, a medida que creces, te das cuenta de que cada palabra que guardaste ahí dentro te acompaña para siempre. Y que cuando la necesitas, aparece, ahí la tienes.
Cuantas más palabras tengas en tu “caja”, más fácil será explicar lo que piensas, inventar mundos, comprender lo que otros sienten o defender lo que tú crees. Eso es lo que hace tan importante ampliar el vocabulario desde pequeño: no es un juego de memoria, es un juego de vida.
5 ideas divertidas para ampliar vocabulario (además de leer)
Tú y yo sabemos que leer es la mejor forma de descubrir palabras nuevas, pero también hay otros caminos. Quiero proponerte cinco juegos sencillos y divertidos que puedes probar cuando quieras:
- La caja de palabrejas
Cada vez que te encuentres con una palabra que te suene extraña o graciosa, escríbela en un papelito de cartulina y métela en una caja decorada de forma especial. Un día cualquiera, abre la caja, saca una al azar y trata de usarla en una frase. Cuanto más disparatada, mejor. Te aseguro que se vuelve adictivo. - Inventor de diccionarios
Imagina que las palabras conocidas se mezclan y de pronto aparece una nueva. Por ejemplo: “palabrístico” (sí, sé que no existe, pero… ¿por qué no?) o “gatofante”. Después toca inventar su definición. Te sorprenderá lo rápido que estas palabras inventadas empiezan a sentirse reales. - Caza-palabras en la calle
No hace falta estar siempre en un libro para aprender vocabulario. Sal a la calle y fíjate en los rótulos de las tiendas, en los menús de los bares, en los anuncios o en los carteles viejos que cuelgan en las paredes. Es como una búsqueda del tesoro: siempre aparece un término que nunca habías escuchado. Esta vez puedes mirar con atención todo lo que te rodea y el contexto seguramente te diga o te sugiera lo que significa esa palabra; pero si aún así no la conoces, ya sabes lo que hacer… ¡será una buena palabra para incluirla en la caja de palabrejas. - El reto del sinónimo
Elige una palabra muy usada, por ejemplo “bonito”. Ahora, proponte encontrar al menos tres sustitutos: “hermoso”, “precioso”, “atractivo”, “chulo”, “resplandeciente”… Cada palabra nueva añade un matiz distinto, ¡por cada sinónimo encontrado sumas 2 gatofantes! Al final, cuando quieras describir algo, ya no costará tanto encontrar el término que se ajuste lo máximo posible. Un sinónimo es un poliedro interesantísimo de estudiar, de construir y usar. - Historias con palabras prohibidas
Este juego ya va para nota, ya es nivel Real Academia Española (como poco). La propuesta que te hago es esta: piensa en un tema sencillo, por ejemplo “¿Cómo se riega una planta?” Inventa una explicación que pueda ser más o menos real pero solo con la condición de que ciertas palabras no están permitidas. No puedes usar “regadera”, “agua” o “tierra”. ¿Qué pasa entonces? Que tu cabeza se pone creativa y busca alternativas. Es un juego que parece sencillo, sin embargo, te obliga a salir de esas palabras superficiales de primera línea.
Como te dije anteriormente, cada palabra nueva es una celebración y por eso quería compartir contigo estas ideas que, de alguna manera, nos desafían a mirar más allá de lo conocido.
Tener un vocabulario extenso, variado, incluso técnico, y aprender a adaptarlo a cada etapa educativa tiene solo ventajas: nos ayuda a comprender mejor los textos, a expresarnos con claridad, a pensar con precisión, a ser más creativos y, sobre todo, a comunicarnos con confianza en cualquier situación.
Lo mejor es que todas estas propuestas que te he contado —la caja de palabrejas, el reto del sinónimo, las historias prohibidas…— funcionan igual de bien en casa, en el aula o en la biblioteca. Donde haya ganas de jugar con las palabras, habrá aprendizaje. Ya hablamos la semana pasada: donde hay aprendizaje hay aventura. ¿Has leído ese artículo? No te lo pierdas porque tiene mucho jugo.
Si te ha gustado esta conversación, puedes quedarte un ratito más por aquí: en el blog encontrarás muchos temas que seguro despertarán tu curiosidad. Y, si te apetece, podemos seguir charlando en redes sociales, donde voy compartiendo más lecturas, poemas, ideas y ocurrencias varias. No pretendo que esto sea un monólogo, lo bonito es que se convierta en un diálogo, un intercambio de puntos de vista. Así que aquí me quedo, esperándote con una caja de palabrejas lista para ir a la carga.
Nos vemos en la página siguiente.