Casi nunca un relato es como te lo esperas, como casi nunca la misma senda nos deja pasos exactamente iguales. Todo cambia de lugar con sólo desviar un poco la mirada, y seguramente sea eso lo que nos hace perdernos en caminos que, en principio, conocemos de sobra.
Lo inesperado puede resultar angustioso pero también puede ser liberador, y eso aprendí con este cuento. ¿Te hago una confesión?
Bien. Buscaba cuentos para una chica que se acercó a la librería necesitando lecturas que resaltaran las bondades de ser hija/o única/o. Es curioso y genial, nos sentimos más tranquilos ante nuestra vida si la vemos reflejada en los cuentos (y en los libros, las películas, etc.), como si la cercanía con los personajes de cada historia traspasara las páginas de papel, como si el cuento nos devolviera nuestro propio reflejo, justificándolo. No quiero meterme mucho en este tema (porque no toca) pero resulta interesante ver cómo buscamos la empatía en lo que leemos.
A lo que voy: es tremendamente complicado encontrar un cuento que hable sobre “qué bello es ser uno solo”, “no necesito tener hermanitos”. Creedme, realmente complicado. Al final el tema se resolvió de una manera creativa y pienso contártelo en otro momento porque eso sí que es otro cuento.
De pronto, cuando mis ojos se encontraron con el título de este cuento algo saltó dentro de mí. Aquella niña que miraba hacia arriba, con su pelo corto, con mejillas casi de verdad… era hija única. Automáticamente pensé en esa madre que necesitaba ayuda para explicarle ciertas cosas a su hija. “¡Lo encontré”, pensé triunfante. Me lancé hacia el cuento y lo abrí con ansia, era una historia sin palabras bellamente ilustrada, pero que no hablaba exactamente de aquello que yo iba buscando. Lejos de descartar el cuento, seguí la lectura y su hilo invisible me ha traído hasta aquí, hasta plantarme delante de ti para contarte la magnífica experiencia que ha supuesto haberlo encontrado.
Cuando creemos habernos perdido puede aparecer lo insospechado para cuidarnos durante el camino de regreso. La magia da comienzo al abrir Hija única, un libro de Guojing, publicado por Pastel de Luna.
[/vc_column_text][vc_single_image image=»4736″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow»][vc_column_text]No recuerdo haberme perdido nunca, mucho menos haberme ido yo sola de casa hacia cualquier otro lugar. Pero recuerdo la fantasía que surgía dentro de mi cabeza cuando caminaba de la mano de mi madre por una ciudad que me resultaba incomprensible.
Hija única es un relato sin palabras que viene a recordarnos nuestras primeras experiencias. El personaje principal es una niña (sin nombre, o con el que tú quieras darle) que vive en China y a la que sus padres tienen que dejar sola durante el día porque ellos deben ir a trabajar.
Dentro de casa la niña es feliz, se inventa mil cosas para hacer y no deja que el aburrimiento la aparte demasiado de sus juegos. En ellos centra su atención hasta que abre el álbum de fotografías familiar, allí ve a una mujer mayor que probablemente sea su abuela, la recuerda, la echa de menos. Como es una niña, no lo piensa dos veces y sale a la calle para ir a verla.
Aunque es impulsiva, también es una niña muy lista y precavida para su corta edad. Se viste, se peina y se prepara unas monedas, que guarda en su bolsito en forma de foca. Lleva todo lo necesario, dinero, zapatos bien abrochados, paraguas y deja una nota escrita. Imagina el lector que será para sus padres. Todo está bajo control, puede salir de casa.
Y sale a la calle, a la multitud, a la cotidianeidad de los trabajadores, a la maraña de cables que cruzan la carretera, a las vidas anónimas que miran pero nunca ven nada, al humo de inmensas fábricas, a las masas de cemento gris a las que llamarán viviendas… y con todas esas imágenes la niña se duerme en el asiento del autobús número 25. Cuando despierta, nada de lo que tiene a su alrededor le resulta conocido. Muy asustada la niña baja del autobús y, sin más, ve como éste se aleja.
Tranquilamente podría decir que, hasta aquí, la narración es puro encogimiento de corazón. Las páginas se suceden una tras otra y las ilustraciones van anudándose en la garganta de igual forma. La autora mete tan de lleno al lector que, para cuando los padres vuelven a casa y encuentran la nota de su hija, yo ya estaba realmente angustiada.
Todo parece soledad, tristeza, angustia, búsqueda y desencuentros, desesperación… y, de repente, llega la magia. Ese salto hacia el vacío que damos cuando nos encontramos desamparados pero nos revelamos valientes frente a la adversidad.
[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»La valentía tiene forma de ciervo» font_container=»tag:h3|text_align:left|color:%23b30615″ use_theme_fonts=»yes»][vc_separator color=»custom» border_width=»2″ accent_color=»#cfcbc0″][vc_single_image image=»4737″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow»][vc_column_text]Podría ir desgranando cada ilustración, cada detalle, pero lo cierto es que eso debes descubrirlo tú. La pequeña se encuentra con un ciervo que, a modo de «ángel», va guiándola por el camino de vuelta a casa. Durante el trayecto se encuentran con otras criaturas perdidas, juegan con las nubes, esquivan peligros, saltan con la luz de las estrellas, pero también se deprende la añoranza de la familia, la tristeza interior y el cansancio.
Desde luego que esta historia tiene un final feliz, no te lo voy a ocultar, pero el valor reside en la forma de vivir los caminos que nos depara cada momento.
La fuerza de este álbum ilustrado sin palabras reside en tres valores:
uno| ensoñación. La protagonista del cuento vive absorta, pase lo que pase, en su mundo de fantasía. En ningún momento, por más negra que se ponga la situación, deja que la realidad la supere; porque ella sólo comprende lo que ocurre a su alrededor con las explicaciones más sencillas. Te doy un detalle a modo de ejemplo: el ciervo, en realidad, es un muñeco que ella tiene en casa. La pequeña recurre a esa figura porque es con la que juega cada día. Si tienes oportunidad, fíjate en las primeras páginas, la niña juega con sus muñecos y el ciervo sale llevando en su lomo a una muñeca. Así pues, cuando se ve perdida en esa especie de bosque, la figura que aparece para llevarla, también en su lomo, es un ciervo. ¿Real? ¿Imaginado?
dos| confianza. A pesar de todo, la trama tiene un lado luminoso que contrasta con el tono grisáceo de todas las páginas (el único elemento de color rojo es el título en la cubierta y la portada). En ningún momento cunde el desánimo y la renuncia a conseguir llegar a casa, el lector no tiene la sensación de estar ante una historia con final trágico, al contrario, es obvio que todo va a acabar bien. Ese sentimiento, que consigue de forma mágica la autora del cuento, Guojing, tiene mucho que ver con las escenas de juegos: en ellas abundan las sonrisas, los abrazos, las caricias entre los personajes sabiendo que tendrán separarse en algún momento, pero hay complicidad, mientras sigan juntos todo irá bien.
tres| valentía. Y me quito el sombrero ante la postura que la autora toma ante las dificultades. La valentía es el rasgo característico de este cuento; que no te engañen las páginas grises, ni las lágrimas de los protagonistas, ni la angustia de los padres, ni la melancolía de los recuerdos… esta es una historia de una niña fuerte, valiente y poderosa. Aquí la valentía se transmite con la mirada, ya que tenemos falta de palabras, ¡habrá que expresar la emoción de alguna manera! Y cómo lo consigue Guojing… magistral, con un hilo invisible que une cada viñeta, que va de mirada en mirada entre los personajes. Y esto que digo es raro porque los ojillos de la pequeña no son más grandes que un grano de arroz, pero tienen profundidad y logran emocionar.
[/vc_column_text][vc_column_text]De verdad que es todo tan potente dentro de este corto título, Hija única, que no puedo irme de aquí sin decirte que me parece una de las lecturas más imprescindibles del momento. Superó con creces las expectativas que yo tenía cuando me acerqué a él, me volvió a recordar que lo inesperado es siempre lo mejor.
Una historia llena de ternura donde el color lo pones tú.
Un guiño: compra este cuento en tu librería de confianza y léelo con tus propias palabras, con tu propio ritmo y tu propia entonación, al terminar fíjate bien en la última ilustración. La valentía sigue escondida detrás de la ventana, cuidando de la niña mientras crezca.
Si logras encontrarla dímelo, somos legión los que aún creemos en los sueños.
Nos vemos en la siguiente página.
[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][dt-section-title title=»Otras lecturas»][dt-list]- [1] GRILL, WILLIAM (2014): El viaje de Shackleton, editorial Impedimenta, 76p.
- [2] FRABETTI, CARLO (2015): La pequeña puerta, Narval editores, 128p.
- [3] MARINA, JOSÉ ANTONIO (2015): Los miedos y el aprendizaje de la valentía, editorial Ariel, 240p.
- [4] BRADMAN, TONY (2004): Lucas se ha perdido, ediciones Beascoa, 32p. (desc.)
- [5] ZHE, AHN (2016): La piedra desobediente, Barbara Fiore Editora, 52p.