Aliados de lectura: marcapáginas de emergencia

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No te lo pregunto porque seguro que la respuesta es afirmativa. Todos hemos usado extraños y diversos papelitos como improvisados marcapáginas. El arte que encontrar y usar este tipo de marcadores es ancestral y bastante secreto. Hay muchísimos modelos que se venden, sin embargo, al final acabamos usando el papel más insospechado. Es la escena habitual, abre tu nuevo libro y te olvidas del mundo, sigues andando e incluso entras en el vagón del metro o del autobús, la lectura te va envolviendo cada vez más y casi casi en el último segundo te das cuenta de que la próxima parada es la tuya… ¡rápido, necesitas algo que te haga de marcapáginas porque no lo tenías preparado! 

Cualquier papel que encontramos a mano se convierte en el elegido. Puede ser desde el trozo de un papel donde apuntamos hace tiempo el teléfono de una persona hasta una receta del médico o el folleto de publicidad de la pizzería del barrio. Da igual de dónde venga, lo importante es que en ese momento nos saca del apuro y queda ahí, acompañándonos durante toda la lectura.

Este gesto, que parece tan insignificante, se convierte en una especie de ritual personal que seguro muchos compartimos. Y es que, en lugar de buscar un marcapáginas formal, nos valemos de cualquier cosa, como si esos papeles, tan variopintos, quisieran quedarse entre las páginas del libro formando parte de nuestra propia historia, como recuerdos atrapados. ¿Tú también tienes esta misma sensación?

Ya hablamos hace unas semanas de los objetos que usamos con objetivos que no son para los que fueron creados. Pues otro ejemplo serían los marcapáginas, los papeles que no “nacieron” para esto pero que su destino ha sido crucial para tus lecturas. La tristeza es que cada vez se nos hace más complicado encontrar papel, lo digital nos está dejando sin los buenos placeres de la vida, cada pantalla nos roba un poquito de espontaneidad de encontrar notas, entradas, tarjetas de visita, billetes de tren… papeles al vuelo que nos roban instantes de “¿esto de dónde era?”. Todos ellos ahora pasan a estar en el móvil, en la app de turno, en las notas rápidas del ordenador. Poco a poco, nos vamos quedando sin los papeles que acaban escondidos entre las páginas de un libro.

Es verdad que lo digital es práctico pero lo analógico perdura (no subestimemos ni una cosa ni la otra, ambos mundos pueden y deben coexistir). Pero este debate lo dejamos para otro momento, porque hoy quiero hablarte de ese papelito que se queda en tu libro para siempre, ¿te ha pasado? ¿Qué objetos o papeles has usado para marcar por dónde te quedaste leyendo? Pongamos que podemos llamarlos “marcapáginas de emergencia”, ahí van algunos de los míos:

  1. El clásico: bendito ticket de compra. ¡Ay! Ese ticket que no sé para qué (diantres) lo guardo hasta que (por suerte) lo encuentro en ese momento, justo para ayudarme a cerrar el libro tranquilamente sin tener que memorizar la página del libro. Además, cada vez que abro el libro, lo veo y pienso “tengo que cambiarlo y poner un marcapáginas más bonito”… pero nunca sucede y ahí se queda.
  2. Mi favorito: la entrada de cine o teatro. Es mi “papelote” favorito, a esas entradas van ligados recuerdos muy buenos siempre. Tengo en la memoria una entrada de partido de fútbol que me acompañó durante todas mis lecturas de Juan José Millás, aún a día de hoy la conservo aunque ya apenas se ve la tinta. Si la miro, me lleva de vuelta a la emoción de aquel momento, a las personas con las que lo compartí, a la alegría, a ese instante que sin imaginarlo quedó atrapado también entre mis libros.
  3. Pura nostalgia: una fotografía antigua. En algún momento, esa foto cayó en el libro. Y ahí quedó, guardando no solo la página, sino también un instante, un recuerdo, una mirada o un lugar que es importante. Si usas alguna foto como marcapáginas lo sabrás, tienen algo de especial, algo de talismán que aparece en el momento perfecto para hacernos compañía.
  4. El más insospechado: el envoltorio de caramelo o bombón. Este es quizás el más improvisado de todos, casi accidental. Un envoltorio sin historia ni romanticismo, pero que igual me saca una sonrisa cuando lo encuentro. Confieso que tuve una época muy fan de los SUGUS y tenía uno (o varios) de piña custodiando los títulos más vitales de mi biblioteca. Así que, ya sabes, el papel de los caramelos es más valioso de lo que crees, piénsatelo dos veces antes de tirarlos alegremente a la papelera.
  5. El clásico del otoño: hojas. Las hojas que voy recogiendo del suelo, las flores o pétalos que encuentro, todo, lo guardo en casa entre libros y cuadernos. Esa hojita marrón que lleva conmigo desde ni se sabe, pasa de año en año a formar parte de mi agenda. La rama de acacia es un clásico en mi cuaderno de escritura y este año se han sumado unas hojitas bonitísimas (cuyo origen desconozco) que encuentro por la acera de la biblioteca. Cuéntame cuáles son tus favoritas.

Cada uno de estos marcapáginas de emergencia podría contar algo propio, como si tuvieran sus propias pequeñas historias, conservadas en los pliegues de las páginas que cuidaron. 

Pero no quiero despedirme sin regalarte un marcapáginas que nos una. Así, cuando lo encuentres en tus lecturas (o en las de tus peques), podrás acordarte de este mínimo espacio bloguero. Como cada lectura y cada lector o lectora es diferente, te dejo tres opciones la mar de chulas (creo yo). Aunque el diseño es muy sencillo, están listos para imprimir, recortar y usar. El documento está disponible para descarga gratuita en el botón que ves más abajo, esperando ser parte de esas historias que guardan las páginas de los libros y cuentos de tu casa, aula o biblioteca. Además, están pensados para que formen parte de ti, «el organizado» para que apuntes ahí tus lecturas y «el gamberro» pide a gritos a alguien que le dé color. Dales tu toque personal, puede participar toda la familia haciéndose uno cada uno. Seguro que si caminas entre las reseñas de cuentos encuentras lecturas maravillosas con las que poder utilizarlos.

Por cierto, y ya te dejo marchar, ¿has leído los diez poemas de octubre que subí al Poet[tober]? Es verdad que no he podido publicar los 31, pero no era ese el objetivo, creo que te van gustar sino todos… casi todos. #notengoabuela

Nos vemos en la página siguiente.

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