Si llega a tus manos un cuento o un libro que ha sido todo un acierto no quieres soltarlo. Una lectura que se haya disfrutado en familia hasta la saciedad es algo tan mágico que cuando volvemos a la librería la pregunta es inevitable…
«Tenemos en casa Untítulocualquiera y no sabes cuánto le gusta al peque, ¿tienes algo que sea parecido?»
[/vc_column_text][vc_separator color=»custom» accent_color=»#9e8e7b»][vc_column_text]A mí me ocurre con las galletas de mantequilla. En la caja hay un buen surtido de galletas, con distintas formas, algunas llevan trocitos de chocolate, otras llevan terrones ínfimos de azúcar por encima… todas se parecen y diría que casi todas tienen un sabor parecido pero yo, siempre que meto la mano en la lata, saco la misma galleta. Una rosquilla estriada que parece un churro pequeño. Y hasta que no me queda otra opción no pruebo otra galleta. ¿Qué tendrá esa? Es un misterio y como tal quiero que siga siéndolo.
Lo que me sorprende es que esta anécdota sin importancia tiene que ver con la lectura más de lo que imaginamos.
Hay que reconocerlo, la buena lectura, esa que te hace disfrutar, la que te llena por completo, la que te devuelve tus emociones más juveniles aunque tengas cien años, esa lectura es adictiva; y lo es de una forma tan intensa que dudas de que pueda haber otra en el mundo capaz de hacerte sentir igual.
La sensación de incertidumbre que nos queda al terminar un libro plenamente disfrutado es una mezcla de fidelidad y miedo. Fidelidad porque adoramos nuestro ejemplar, seguramente releemos partes que nos han gustado especialmente, de pronto ese autor se convierte en alguien necesario y pensamos que esa lectura es única. Miedo porque, en realidad, lo que sentimos es un desamparo absoluto frente a la soledad del lector que busca lectura nueva. Incertidumbre. Necesitamos encontrar algo parecido a lo que acaba de maravillarnos pero, a la vez, dudamos seriamente de que podamos encontrarlo.
Con la Literatura Infantil y Juvenil pasa exactamente lo mismo. De pronto encuentras un cuento que le hace reír o que le llama tanto la atención que, cada vez que puede lo saca a la palestra. Hay cuentos que hasta pueden hacer que se olviden de la tele, ¡cuidado, que tengo datos reales sobre esa afirmación! Y el más difícil todavía pero no imposible, sucede que cuando compramos o sacamos de la biblioteca libros para chicas/os de 8-10 años hay algo en el ambiente, y (fuera de broma) dentro del libro, que les hace zambullirse en la lectura.
¿Te ha pasado? Lectores que llevan meses sin que les llame la atención ningún libro, de repente se topan con el que les da de lleno en su mente, y entonces todo estalla en su universo para colocarse como debe.
Con estas premisas es natural que se busquen lecturas parecidas tras las buenas experiencias. Tan humano como seguir comiendo el mismo tipo de galleta sólo porque te ha gustado la primera.
Y me preguntan, ¿tienes algo parecido? Yo siempre contesto: no.
Y ahora te explico por qué no tengo nada parecido a lo que has leído anteriormente; tres motivos con algún matiz, pero no muchos.
[/vc_column_text][vc_column_text]uno| No hay dos cuentos o dos libros iguales. Es obvio y todos lo sabemos pero no siempre queremos reconocerlo (a mí me pasa constantemente esto de no reconocer las cosas obvias). Aquí nos permitimos matizar: podemos encontrar una temática parecida, cuentos escritos o ilustrados por un mismo autor, podemos encontrar protagonistas que se parezcan por tener algún rasgo peculiar (por ejemplo: a un peque le pueden encantar los cuentos de elefantes, ahí sí podemos encontrar cuentos parecidos bajo esa premisa)… pero poco más. Aun así, nada garantiza que haber disfrutado hasta el deleite del cuento de Elmer (por poner un ejemplo elefantástico) nos haga el mismo efecto con otro cuento cuyo protagonista sea otro elefante. No hay dos cuentos iguales aunque la temática sea la misma, no hay dos cuentos iguales aunque tengan las mismas firmas, porque repito: no hay dos cuentos iguales.
dos| Cada lectura es una nueva apuesta. Lo cierto es que (en el fondo) no estamos buscando un cuento parecido, ni remotamente; lo que buscamos es sentir y vivir las mismas emociones con la nueva lectura… y eso es improbable porque las emociones van, o deberían ir, por libre. El texto lo pone el escritor, las imágenes las coloca el ilustrador y las emociones, las vivencias, el aprendizaje… es decir, todo lo demás, lo pone el lector. La libertad acaba imponiéndose a nuestras expectativas haciendo que, cada vez que nos pongamos delante de un cuento nuevo, el juego vuelva a empezar. Cada historia es una apuesta distinta y no sabes cómo te va a salir, nadie puede asegurarte las mismas emociones frente a títulos distintos, aunque estos se parezcan. Uno puede aproximarse, dejarse aconsejar por quien tiene más experiencia en el sector o confiar en la intuición, ojo porque ésta última suele acertar.
tres| Propongamos que la incertidumbre sea buena. Por lo general rechazamos ese sentimiento de incertidumbre al elegir la próxima lectura (la nuestra y la de los peques) así pues, lo que solemos buscar en libros juveniles son colecciones. Nos sentimos seguros en ellas porque damos por hecho que, disfrutado un libro, va a ocurrir lo mismo durante los próximos 15 títulos. Es verdad, seguramente ocurra porque yo sigo comiendo de las mismas galletas hasta que se acaban en el cubilete de papel blanco. Pero te propongo un pacto; entre tú y yo. Tú, que acompañas en la lectura a tus hijos o alumnos y yo, que como galletas sin parar. Un pacto en el que la incertidumbre sea buena, en el que no saber lo que nos deparará una historia sea parte del misterio y el juego de leer. ¿Y si no gusta? Que no cunda el pánico. Por mi parte me arriesgaré con galletas aún sin explorar en la lata, lo prometo. Quedan aquí mi palabra y mi honor sellados.
[/vc_column_text][vc_row_inner css=».vc_custom_1509706429314{background-color: #b8a093 !important;}»][vc_column_inner][vc_column_text]La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido. Howard P. Lovecraft[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][/vc_column][vc_column width=»1/4″][dt-team-member style=»alt» member_thumbnail=»4090″ member_title=»Belén» member_position=»Librera» member_mail=»belen@yocuento.es» member_twitter=»@chicabombin» member_description=»Gerente y último mono en LIBROS10; librería especializada en Literatura Infantil, juegos educativos y aprendizaje lecto-escritor.»][vc_separator color=»custom» accent_color=»#6dccba»][dt-text-icon title=»¡Comparte tu duda!» align=»center» dicon=»fa-envelope-o»] [/dt-text-icon][vc_separator color=»custom» accent_color=»#6dccba»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»52px»][vc_widget_sidebar sidebar_id=»page-sidebar»][/vc_column][/vc_row]
Comments (3)
Reseña: Lunámbula – YoCuento
noviembre 21, 2017 at 6:02 am[…] es mi lectura, aunque es muy probable que no sea la tuya porque no hay dos lecturas iguales, como no hay dos lectores […]
Cuentos como guiños – YoCuento
enero 13, 2018 at 5:22 pm[…] lo dicho anteriormente desemboca en la lectura, en cómo no hay dos lectores iguales en la forma de leer. Más allá de tener manías lectoras (algunas muy frikis en mi caso) cada persona que lee un […]
La merienda del señor Verde – YoCuento
junio 1, 2020 at 12:19 pm[…] nada son cuentos iguales a este, es la magia de la lectura, puede conectar puntos ocultos. Como el miedo a lo desconocido está presente en todos los Prodigios, así la valentía a nuevas oportunidades está escondida […]