Lo que la Navidad me enseñó sobre la lectura

PIN

Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año.
| Charles Dickens


¿La Navidad nos cambia? Siempre he creído que cada uno es como es y, en estas fechas, no cambiamos sino que toca hacer cosas distintas al resto del año. La Navidad nos «obliga» a hacer cosas que no hacemos normalmente. Alegrarse sin motivo aparente, descansar, regalar, estrenar un nuevo año y reunirse con amigos o familiares (aunque no les veas más que esas fechas). Todo eso es lo extraño en este mundo. Y por eso hay gente que odia la Navidad o la ama.

No siempre estamos dispuestos a parar y mirarnos más detenidamente, a veces no nos reconocemos a nosotros mismos y otras veces no reconocemos a los demás. Nos forzamos a cosas que (en ocasiones) nos incomodan y lo forzado no siempre sale bien. 

Los años en lo que tuve la suerte de ser librera me ha cambió la vida por completo… sobre todo en Navidad. 

Diciembre no es el mismo mes que yo vivía en mi juventud, el mismo mes de descansar, quedar mil veces con los amigos, comprar los regalos de mi familia o, simplemente, pasar la tarde leyendo. Cada Navidad ha sido distinta y me ha mostrado su lado más comercial. Lógico. Mis horarios de trabajo se han extendido de tal modo que apenas he tenido tiempo para pasear, quedar a comer sin tener que decir “yo me tengo que ir ahora mismo, que tengo que abrir la tienda” y no digamos tumbarme y leer a mis anchas. 

No cambiaría nada de todos estos años pasados. Gracias a la librería vivo la ilusión de saber la forma en la que se cuelan los libros y cuentos cada noche del 24 de diciembre y 5 de enero. Soy una privilegiada porque detrás del mostrador se viven las mejores experiencias lectoras, no sólo en Navidad, pero especialmente en estas fechas. Después de diez años de experiencia, me animo a escribir sobre lo aprendido. Es curioso cómo cambiamos nuestros gustos y hábitos ante las lecturas que compramos/regalamos en Navidad. 

Y es que se compra de forma distinta, nos cambian las prioridades y tratamos de modo extraño a los libros. Será que con las luces navideñas alumbrando las calles se distorsiona la perspectiva y, aunque los cambios no son negativos en sí mismos, resulta conveniente tener claras las ideas. 

Para que no se me vaya la cabeza ni olvide lo importante, comparto contigo las ideas principales que he aprendido durante mis años libreros cada vez que llega diciembre. Ho! Ho! Ho!

La Navidad no va de acumular: lo más novedoso, lo más original, lo más recargado, lo más bonito, lo que más está de moda, más grande, más más más… Ese espíritu materialista de la Navidad nos hace querer siempre “lo más” en todo. Cuando regalamos cuentos o libros buscamos que sean lo nunca visto, y te prometo que la verdad de los cuentos está en la sencillez. Hace poco leí una reflexión que decía que cuantas menos cosas haga un juguete, más cosas tendrá que hacer la imaginación. Pensé que no sólo es aplicable al juego, también a la lectura.

El precio nada tiene que ver con la lectura: a raíz de lo dicho anteriormente viene el tema del precio. Es curioso pero los libros que en otra época del año nos parecen carísimos ahora nos saben a poco. Todo cambia en la escala de valores y el precio se convierte en un indicador de: “lo que está bien regalar” y “lo que es poco para regalar». Voy a generalizar aunque no deba: somos muy bobos cuando sentimos que un libro o cuento es poca cosa solo porque es barato.

Nunca el precio de un libro es sinónimo de nada. Esta máxima funciona para bien y para mal, así que, por favor, regalemos aquella lectura que sea buena, adecuada, provocativa, divertida, bonita y bien editada; esas cosas no tienen nada que ver con el precio en más ocasiones de las que piensas.

Es falso que los niños solo quieran juguetes: es falso muy muy falso. Creemos que quieren juguetes y sólo juguetes, pero solo lo parece. Seguramente, el día de Reyes o de Navidad, el cuento pase desapercibido frente a todos los juguetes que acaban de abrir. Si en el árbol hay algún cuento lo mirarán por encima y… a otra cosa. Por eso creemos que no les hace ilusión. El libro es el regalo que espera pacientemente a que pase la euforia del momento. La espera merece la pena porque los libros se quedan con ellos para siempre y da igual si los leen al día siguiente o después de dos meses.

Yo todavía recuerdo los libros y cuentos que me traían los Reyes Magos, no solo se convertían en compañeros durante todo el año sino que los reconozco como maravillosos primeros peldaños sobre los que comenzar mi camino en la lectura. ¿No te pasa a ti lo mismo? Seguro que sí. Entonces, no subestimes el poder de un libro y confía en que a ellas/os les pasará igual.

La coherencia hace Navidad todo el año: de nada vale regalar cuentos ahora si luego no seguimos leyendo con la misma pasión e intensidad. No siempre se podrá comprar, para eso están las imprescindibles bibliotecas, para alimentar la inquietud lectora de cada persona, sin importar nada más. El fomento de la lectura es un camino continuado, si solo aparece en Navidad… se convertirá algo que no llega a satisfacernos del todo ni a adultos ni a pequeños.

Poco más que decir. Mi consejo es que no tratemos a la lectura del mismo modo en que tratamos a otros objetos de consumo. Esta es una reflexión que escribo para no olvidarla yo, pero que comparto contigo por si puedes mejorarla, por si quieres corregirme en algo o por si deseas aportar tu punto de vista.

La Navidad, como bien me dicen por Instagram, saca todo lo que el resto del año tenemos guardado. Pues bien, ojalá saquemos lo silenciado para gritarlo a los cuatro vientos, que no tengamos miedo a creer en la imaginación, que esperemos cambiar y que todo pueda volver a empezar como empezó para el señor Scrooge en la historia favorita de Charles Dickens, Canción de Navidad

Feliz Navidad para todos, que cada lectura cuente y sea luz. En serio, que haya tanta luz que siempre parezca Navidad

Nos vemos en la página siguiente.

Leave Your Comments