
Permítame el lector recordar aquí la historia que una vez me contaran mis abuelos.Peco de memoria leve y temo olvidarlo todo. No sé si sonará inverosímil, pero lo cierto es que todo cuanto voy a narrarle pertenece al mundo que no conocemos y por tanto, es absolutamente real. Al lado del pino sin piñas del lago dorado del bosque del mundo que no conocemos, se encontraban dos ciervos luchando por razones desconocidas. Ambos ciervos, compañeros de paseos y largas tertulias, peleaban con brutalidad chocando sus fuertes cornamentas. De todos los rincones del bosque llegaron animales, alertados por los ruidos.
La orilla del lago era un hervidero de animales insólitos, cada uno soltando sus verdades a los cuatro vientos, vociferando resultados y discutiendo con el animallilo de al lado. Pero todo aquello quedó en silencio cuando sonó el gran crujido. Los ciervos con los ojos más abiertos del mundo se separaron al ver cómo sus maravillosas cornamentas de hueso se rompían en mil pedazos. Todos los animales se fueron y los ciervos quedaron en medio de la orilla del lago dorado. Asustados como estaban, decidieron caminar hasta la gruta del búho diurno:
—Volverán a crecer en cinco meses. Mas de aquello de comáis será el material con el que crezcan; cuidaros del alimento que da el lago dorado o de coral serán para siempre vuestras cuernas —desde luego no puede decirse que el búho diurno construyera bien las rimas, pero tenía mucho de sabio.