Los errores siempre originan algún descubrimiento.
¿Quién distingue lo que es una consecuencia ineludible de un acontecimiento por puro azar? ¿Acaso el azar no está provisto de sus propias “triquiñuelas”? Este cuento llega al bombín para hacerme reflexionar (y si tú te unes, no estaré sola) sobre las millones de veces que me equivoco y me descubro de nuevo.
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