La honestidad es la mejor de todas las artes perdidas.
Hay que admitirlo, nos aprieta la corbata. Tenemos miedo a no notar el peso de las formas, de la buena educación, de lo que está bien hecho, del sentido del deber… Si quitáramos todas esas formalidades, ¿qué nos queda cuando crecemos y nos convertimos en lo que llamamos «adultos»?
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