Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes.
No cabe duda de lo rápido que podemos viajar, de lo instantáneo (como el café, a veces) de nuestra comunicación, de la inmediatez de nuestras acciones. En la velocidad ya no importa tanto la distancia sino el tiempo. Queremos ganarle tiempo al reloj pero la mayoría de las veces no tenemos muy claro qué hacer con el excedente y así lo volvemos a perder.
Lo confieso, el título me llevaba a un mundo mucho más añejo y sosegado del que finalmente acabé leyendo en la novela de Edmund Crispin, La juguetería errante.
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios así como para obtener estadísticas anónimas de uso de la web. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Puede cambiar la configuración u obtener más información. Quiero más información.